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Publicado Enero 13, 2020
Las “matamaladas” en contra de Víctor Chanfreau y otros: Sobre la columna “No Fue Boicot” de Daniel Matamala
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La manipulación, la falta de criterio o la mala intención (cualquiera de ellas u otras posibles) son peligrosas cuando ocupan el espacio de poder alineado de los medios de comunicación de masas.

La manipulación, la falta de criterio o la mala intención (cualquiera de ellas u otras posibles) son peligrosas cuando ocupan el espacio de poder alineado de los medios de comunicación de masas.

“¡Pero qué ‘matamalada’!” fue lo primero que pensé al avanzar línea a línea la columna de Daniel Matamala, dedicada a “analizar” la acción de ACES en torno a la Prueba de Selección Universitaria.

Interesante la introducción sobre el origen del concepto boicot. Pero concediéndole razón en que tal vez el hecho no alcanzó la profundidad y transversalidad como para calificarlo de tal, está muy lejos de ser un acto que pueda definirse como una acción de “matonaje”, como califica el autor. Sobre todo en Chile, que podemos hablar con tantos ejemplos de “matonaje”.

Ninguno de los hechos citados en la columna para ilustrar el carácter de boicot, están debidamente tratados si lo que se quiere es descalificar por ellos, la acción organizada por la ACES: ninguno de los ejemplos dados nace como un hecho que surge de la simple espontaneidad y deviene mágicamente en una acción masiva;  todos se anteceden de innumerables actos menores (aislados, si se quiere) de desacato, que –por un lado- fueron progresivamente legitimados y por otro, desataron fuertes represalias de tortura y muerte, amparadas en la “lucha contra el matonaje”, pero que terminaron haciéndose carne en grandes movimientos sociales concertados.

Parece increíble tener que recordarle que en Chile estamos frente a un proceso inédito de desacato de la ciudadanía, a la institucionalidad y al oficialismo, al poder político establecido y a la lógica esencial del modelo que ha maltratado sistemáticamente a las grandes mayorías nacionales. No existe otro momento de la historia de Chile en que el desacato al orden impuesto, se haya prolongado por más tiempo y con semejante participación transversal, desde muy diferentes formas de expresión, que dicho sea de paso, recién comienzan a desarrollarse y a diversificarse (hay noticias frescas por la octava y  novena regiones y se comienzan a modificar las prácticas urbanas).

Matamala se equivoca en señalar (y esto es raro, porque es muy básico) que toda esta acción de ACES es un hecho aislado, porque evidentemente no lo es: constituyó un acto más de rebeldía que está por completo integrado y avalado por el proceso general de desobediencia civil, que ante sus ojos se ha venido mostrando al mundo y que ha sido sistemáticamente atacado con los peores recursos de represión, que han puesto a Chile entre uno de los países con mayor cantidad de violaciones de DDHH en contra del descontento ciudadano.

Tengo la mejor de las voluntades para hacerle concesiones, pero estas se caen inevitablemente. Amistosamente le digo: no haga esfuerzos para quedar para siempre en el diccionario, al igual que Boycott, con el verbo “matamalar”, como sinónimo de “mariconear”. Como debe saber, “mariconada” se define, en su segunda acepción por la RAE, como “mala pasada, acción malintencionada o indigna contra alguien”.

Dice la columna que “Un boicot hubiera existido si… decenas de miles de estudiantes se unieran en una huelga de “lápices caídos”, negándose voluntariamente a rendir la PSU, ese boicot derribaría la prueba de modo legítimo e incuestionable”… Y agrega – esto es muy delicado- ”No fue un boicot, fue matonaje de unos pocos contra muchos.”

Seamos honestos: de los estudiantes que no pudieron rendir la prueba y que fueron entrevistados por los medios, una total minoría  condenó la acción de ACES. No lograron reunir una muestra significativa de condena, “ni para la tele”, pues aun cuando fueron afectados, transversalmente se sintieron en sintonía con la demanda y la audaz acción convocada por la organización estudiantil. Aparte de la que alega también porque “le quieren robar los daewoo”, veo afectados a funcionarios de gobierno, a políticos que según serios sondeos de opinión, ya no representan a nadie; veo a algunos padres escandalizados, veo periodistas de los medios del monopolio de la información y al mundillo de defensa de la institucionalidad decadente.

La manipulación, la falta de criterio o la mala intención (cualquiera de ellas u otras posibles) son peligrosas cuando ocupan el espacio de poder alineado de los medios de comunicación de masas.

El autor de la columna reconoce que no es sencillo organizar un boicot:

[“Es que el camino del boicot no es fácil. Se requiere coordinar miles de voluntades, con una organización representativa y un liderazgo creíble. Nada de eso existe hoy en Chile, ni en los secundarios ni en ningún otro segmento de la sociedad”]

Juzga con dureza desproporcionada y con error, la acción de jóvenes que están dando mucho porque se arregle lo que nosotros y vosotros no hemos sido capaces de arreglar o hemos mal hecho, porque sucumbimos ante las tentaciones, el miedo, el oportunismo mercenario, el dolor de la derrota, la traición o lo que sea. La acción de la ACES se enmarca en el espíritu correcto de la construcción de una creciente ola de desobediencia civil. Se sabe muy bien que la calle no es (ya no fue) escuchada en una batucada y una marcha con zancos, al igual como no escucharon a los campesinos que menciona, ni a los negros norteamericanos ni a todos los que caben en los ejemplos con que el autor ilustra sus desafortunados juicios.

En Chile hay un proceso de boicot en marcha y no es fácil, como dice el comentarista. No es fácil, porque –como siempre- es un proceso que va de menos a más, y es mucho más difícil cuando el proceso de avanzar hacia un desacato generalizado, se entorpece con las “mariconadas” de los perros de hortelanos y la lógica de los Generales después de la guerra que se sentarán a recoger la lienza a rio revuelto, cuando cambie sustancialmente el barómetro, como de algún  modo ya lo han hecho en estos dos meses.

Vaya que hay que cuidarse de no quedar como un matón, porque fuimos unos 3 millones el aproximado de ciudadanos que salimos en todo Chile a las calles, para la gran marcha de octubre. Estaríamos dentro de la categoría de “matones”, porque visto así, como Daniel Matamala ve las cosas (no sé si de modo propio o por encargo) eso es una evidente minoría que bloqueó el libre desplazamiento de quienes no salieron a manifestarse. Al igual que en el caso de ACES-PSU la gran mayoría de la gente, aun cuando materialmente afectada, manifestó su respaldo, incluso habiendo perdido hasta sus propiedades en los desmanes. Si se quiere recordar cifras, sobre el 83% de la población.

Chile es un país en que abundan malagradecidos y chaqueteros; gente sin temperamento para enfrentarse a la conquista dolorosa de la dignidad arrebatada o negada por las fuerzas de la historia. Chile es un país donde abundan (pero cada vez menos, eso hay que destacarlo) los que andan con la “matamalada” debajo de la manga, en la punta del lápiz, en la lengua, en el dedo y debajo del poncho.  En esta columna, por ejemplo, se descalifica a un joven ejemplar de 18 años recién cumplidos, valiente, irreverente y generoso, con los peores argumentos y falacias como -por ejemplo- decirle que él no representa al pueblo trabajador, porque su padre es un académico:

[“Somos los hijos de los trabajadores y trabajadoras de este país, quienes no han podido ingresar a la educación superior”, dijo el vocero Víctor Chanfreau, quien en verdad es hijo de un doctor en Historia de la State University de Nueva York. El perfil de casi todos los voceros que ha tenido la Aces es similar: suelen ser estudiantes de colegios pagados o liceos emblemáticos de Providencia, Ñuñoa y Santiago].

Para qué vamos a analizar el rol que han jugado en los procesos históricos de cambios profundos, algunos hijos de los propios sectores que han podido acceder a un nivel de educación superior. El periodista exige que los trabajadores, en su concepto clásico y pobre del término, se rasquen con sus propias uñas. Ese es un punto argumental vergonzoso, nada más; una conocida falacia. Y lo dice luego de encender una luz de alarma diciendo que “Como suele pasar en Chile, hay en todo esto un nauseabundo tufillo clasista”. Me gustaría saber qué exactamente ha querido decir con ello.

No conforme con las descalificaciones a la ACES y a su vocero, ahora resulta que los estudiantes son responsables de la conciencia putrefacta de lo peor de la sociedad y de sus referentes políticos como Chile-vamos, que hoy amenaza con botar la instancia del plebiscito, cuando existe plena claridad (supongo) de que este sector nunca ha estado a favor de él; de que solo busca un momento de distensión de los conflictos para ver hasta dónde recupera el escenario para mantener una Constitución que les representa a cabalidad y cuya mejor condición de salvaguarda, es la no realización de dicha instancia de consulta nacional.

Sin duda tenemos lecturas distintas de lo que significa un proceso democrático. Yo veo un intento concertado de la institucionalidad del 4% de representación ciudadana, de desconocer la jerarquía soberana del pueblo. Marta Lagos tiene información seria, muy responsable, referida a representatividad. Imagino que el periodista la debe manejar…pero por supuesto que de nada sirve cuando los tamices ideológicos dominan la interpretación. No digo que yo no los tenga, pero mis lealtades están con el pueblo, aunque ya me queda claro que sería una arrogancia después de pasar también por la academia y no pertenecer (según el desliz conceptual en su columna) al más auténtico de los proletariados, exclusión, por supuesto, con la que no estoy de acuerdo.

Sólo para no dejarlo pasar: a mayor abundamiento, suena también destemplado y desinformado calificar de “patético” el acto de compromiso y generosidad del Director de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales  de la UACH. Sin profundizar mucho: el Artículo 80, en su encabezado y en su punto N°3 y el Artículo 81 del Reglamento Académico de esa casa de estudios, respaldan el ofrecimiento del Director de Historia y Ciencias Sociales de dicha institución. Quienes están en deuda, luego de la innecesaria “aclaración” del Rector (que nada aclara) es la Vicerectoría Académica y la propia Rectoría, pues según los citados artículos, en materia de ingresos especiales, la Escuela tiene facultades para sugerir y evaluar en particular, aquello que en general está expresamente habilitado, conforme además a lo establecido en el reglamento de Escuela y si no fuera contemplado en este último, o si este reglamento no existiera, Vicerrectoría puede evaluar y fallar conforme a mérito. Por tanto es correcto ofrecer al eventual solicitante su aceptación inmediata (por parte de la Escuela) con independencia de lo que Vicerrectoría considere, pudiendo ésta no aceptar y teniendo el poder de determinar. Hay momentos en la historia en que es más digno tomar posiciones.

Dichas así las cosas, suena diferente a la declaración del máximo responsable de la institución, quien pudo señalar que puede ser solicitado el ingreso como caso especial, acogiéndose al reglamento y artículos citados y que las instancias correspondientes deberán fallar a ese respecto, teniendo la venia inicial (no determinante) del Director de Escuela.

Lo que resulta inapropiado (patético, como señala la columna) es el hecho de que Rectoría no haya actuado a la altura de la circunstancia, fortaleciendo la decisión de la Universidad  Austral, de proteger un derecho que estaba siendo ilegalmente arrebatado a un joven ciudadano y hacerlo extensivo, a su vez, a los casos similares que pudieran derivarse de la acción desmedida de una Ministra, que suele actuar con la prepotencia de su alma mater.

No condeno la parcialidad. En una sociedad en conflicto, la base de ellos es la parcialidad que entra en debate, por supuesto. Pero es inapropiado abusar de la tribuna de los medios, con herramientas tan poco dignas, para aumentar la criminalización cínica de las expresiones ciudadanas que crecen desde el pie. Le sugiero al autor que no haga esfuerzos por acuñar el término “matamaladas” como sinónimo del concepto ya mencionado, aunque hay quienes hacen lo inimaginable por quedar en la historia.

Ahora, se puede hablar de matonaje, de verdadero matonaje…me pregunto si no encontraremos pelos en la lengua.