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Publicado Julio 10, 2020
El ideal de la justicia social en Chile
Cuerpo

Un hambre de justicia social, un hambre de dignidad, un hambre de cambio. En Chile, con la llegada de la pandemia los despidos masivos, cierres de locales, fueron todo un hito, la clase más perjudicada, como es habitual a través de la historia fue la clase más baja...

Un hambre de justicia social, un hambre de dignidad, un hambre de cambio. En Chile, con la llegada de la pandemia los despidos masivos, cierres de locales, fueron todo un hito, la clase más perjudicada, como es habitual a través de la historia fue la clase más baja...

En Chile, la pandemia del Covid-19 sin duda generó más caos que el que cualquiera de los chilenos esperaría. Ahora bien, recapitulando a esta altura del año, podemos visualizar que no fue solo el virus del COVID lo que tuvo −y tiene− al Estado complicado, sino, que tristemente fue el gobierno el que logró de una manera inimaginable romper los cimientos de su población incluso aún más que lo que el virus podría haberlo hecho de manera autónoma. El virus en este sentido se tomó de la mano del gobierno y destruyó a la población con más fuerza.

Lo aún más interesante de todo esto, es que las consecuencias de las diferentes medidas y el proceso mismo que se ha vivido en el último tiempo están en un suspenso total, o al menos esto cree la clase política. La ciudadanía tras la humillación y represión violenta tiene más vivo que nunca el retorno a las calles.

Tras los estallidos sociales, se podría pensar que en lenguaje popular: la vara quedó demasiado alta, respecto del inicio de nuevos movimientos sociales e incluso se podría pensar que lograr un nuevo despertar ciudadano de tal magnitud es una tarea lejana en tiempos de pandemia, sin embargo,  gracias, ha ocurrido todo lo contrario, gracias a las ineficientes medidas que el gobierno ha implementado desde el inicio de esta catástrofe mundial que se siente en cada rincón este retorno de una revuelta popular−quizás aún más potente que la superada−. No olvidemos que incluso en los momentos más críticos de proliferación del virus en nuestro país, persistía un grupo en las calles exigiendo alimentos para poder sobrevivir.

Con los movimientos sociales, los logros fueron importantes, no hay que olvidarlo, Acuerdo de paz social, nueva constitución para el 25 de noviembre -ahora 25 de octubre- por mencionar algunos. ¡Incluso! el alza de pasajes del metro −que fue el gatillante de esas manifestaciones− se evitó, ¿y cómo no hacerlo, si ya no hay metro?

Ahora, el escenario que parece complejo y cargado de utopía respecto del porvenir se ve impactado por las ineficiencias de los líderes del Estado que han generado un Hambre en su población. Un hambre de justicia social, un hambre de dignidad, un hambre de cambio. En Chile, con la llegada de la pandemia los despidos masivos, cierres de locales, fueron todo un hito, la clase más perjudicada, como es habitual a través de la historia fue la clase más baja, quienes con mucha suerte han sobrevivido endeudándose o sacados sus ahorros. Esto en el mejor de los caos, en el país hay un grupo que simplemente paso periodos sin contar con alimentos o con lo básico para vivir. Los noticieros intentaron romantizar esta cruel realidad mostrando las luchas diarias de la clase baja exponiendo su sufrimiento diarios y demostrando como las personas pese a la adversidad logran sobrevivir, madres que para alimentar a sus hijos lloraban en transmisiones en vivo, se utilizó el sufrimiento humano para hacer una llamado a “ponerse la manos en el corazón”, dejando cuentas bancarias para que la población realice sus depósitos de beneficencia y apoye a estas personas que sufren −olvidando que no es una familia la que pasa por esa situación son miles−. Y en última instancia porque esta responsabilidad debe quedar en manos de la población, cuando debería ser prioridad del Estado que su población no muera de hambre.

Por supuesto, que la clase alta se robó el foco de atención por su gran corazón, por su bondad y extrema solidaridad, realizando donaciones públicas a través de los matinales.  Las formas de humillación, el exhibir la segregación, el romantizar la pobreza y el esfuerzo allí presente. Lo obvio es ver que mientras un grupo llora al aire en medios de comunicación de masas el otro toma el teléfono y dona millones, viviendas, comida, etc. sin esfuerzo alguno.

Entrega de alimentos ineficientes, robo de las cajas con alimentos de la población por parte de funcionarios de las diferentes ciudades, entrega de apoyo económico, que en muchos casos no llegó, cifras alteradas, montos alterados. Estos y otros momentos vividos en este escenario pandémico, desencadenaron que durante el 2 y 3 de julio los manifestantes salieran en diferentes regiones del país. Regreso de la represión y la violencia, detenidos e incluso la muerte de un ciudadano haitiano

Estamos acercándonos a ese escenario ideal, en el cual la injusticia, la humillación y el dolor del pueblo, terminará desencadenando una descarga total, como forma de liberar la represión violenta que el pueblo chileno tolera desde la dictadura cívico-militar de Pinochet.

Por ejemplo, el pasado 8 de julio, en el congreso de nuestro país se votó el proyecto de ley para legislar el retiro del 10% de los ahorros para la tercera edad que están en manos de las AFP. La ciudadanía estuvo expectante a esta votación, las redes sociales estaban estallando por todas partes, la transmisión en vivo de este hito no dejó indiferente a nadie. Tras lo cual podemos ver como el pueblo sigue operando bajo la frase que se sintió de extremo a extremo en el país desde el 18 de octubre del 2019, “chile despertó”. Si bien, tras la llegada de la pandemia el gobierno creyó que el pueblo dormiría por el terror, angustia y la desesperanza que traía consigo esta pandemia que azota al mundo, no sería tan devastador como el virus ideológico que quedó exhibiendo su asquerosidad y putrefacción natural.

En suma, si chile no se duerme, y si seguimos despiertos es gracias a las ineficiencias del presidente y su tropa de incompetentes que no hacen más que humillar a quienes más necesitan de ellos. Los más pobres persisten como los más olvidados. Pues, en última instancia serán los más pobres los que terminen por dejar en jaque a la clase política que no hace más que seguir estafando a su gente y a ellos mismos.

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