En el caso de este juicio, en las marchas y caceroleos de manifestación, lo trascendental es la jurisprudencia, ellas saben que hoy se puede hacer un daño irreversible al mito patriarcal marcando un precedente como antecedente de su destrucción total.
Decir Derecho y jurisprudencia, es parecido a decir mito y ritos repetitivos del origen, ritos donde se replica el saber mítico sobre el hombre y la mujer. Son montajes antropológicos del humano y la articulación que sus posiciones sexuadas tienen en lo político, en lo jurídico y en lo cultural.
Cuando se cita al patriarcado como responsable, se está hablando de un modo mítico y particular –pero generalizado- de ver el mundo: de la relación con el parentesco que regula las prohibiciones sexuales, de filiación que regula la propiedad privada, de la relación con el trabajo en la sociedad que también divide por discursos las posibilidades sexuadas (incluso la ciencia entra en los entramados míticos), la ley positiva-jurídica que solo es otro nivel de la ley simbólica de un acuerdo pacífico entre pares –también sexuados- de una misma cultura, e incluso un discurso sobre la muerte que también tiene un lugar sexuado.
¿Todo está sexuado?, pues sí. Antonia Barra, la mujer que más allá del suicidio actuó su propio asesinato por una huella psíquica imborrable, después de fallecida, todavía se escriben discursos sobre ella. El lugar de los muertos en el mito transita desde la admiración al héroe (casi por regla hombre) hasta el descrédito a él o la infame, ¿en qué lugar se ha intentado poner a Antonia?. El mito es todo eso y más.
Un juicio, es la repetición como recordatorio de todo el contenido mítico cultural puesto sobre una transgresión particular, por eso es un entramado no cerrado para el imputado y su acusador. La fiscalía da el carácter público que tiñe a toda pena como un ejemplo para el resto como recordatorio del mito.
Entonces, ¿qué pasó ayer en la formalización de cargos del imputado Martín Pradenas Dürr por violación y abuso sexual a 5 mujeres? ayer ha sido, una vez más, una vulneración de un derecho -que parece más ficción que realidad- de 5 jóvenes mujeres, a la vez, y con una misma gravedad, una repetición más del contenido mítico del discurso respecto de la valoración social que tienen las diferencias de género. Cuando ellas luchan, marchan, y les hablan a todo el mundo sobre el patriarcado, cuando dicen “el violador eres tú”, no solo se refieren al imputado, también, -y por suerte no se cansan de mostrarlo- se lo dicen a todos estos montajes antropológicos de la sociedad.
Apuntan al otro que es un violador, no solo en el acto, sino como potencial, pues ¿qué diferencia a Pradenas de cualquiera de nosotros?: que él cometió un acto criminal que no todos cometeríamos. Pero, ¿en qué nos parecemos con el imputado?: en que, tanto a él como al resto de nosotros, los montajes antropológicos-jurídicos que repiten los mitos ideológicos de la sociedad nos construyen en un lugar de protección. Es importante esto, pues, a través de estos montajes somos hablados –construidos- antes de que sepamos hablar, misma razón por la que cada palabra que usamos parece tan natural cuando es puramente cultural.
A mis ojos, y a juicio de todo error, pienso que la lucha femenina no está pidiendo la protección de las mujeres, porque eso sería pedirle consideración al mismo mito que las castiga, tampoco lo piden bien que ya se están protegiendo entre ellas -lo podemos ver cada vez más a menudo-; lo que la lucha femenina está actuando es la destrucción completa del mito.
En el caso de este juicio, en las marchas y caceroleos de manifestación, lo trascendental es la jurisprudencia, ellas saben que hoy se puede hacer un daño irreversible al mito patriarcal marcando un precedente como antecedente de su destrucción total. Pero esto, a su vez, es el discurso de la defensa: el pobre Martín es vestido como víctima sacrificial ante la demanda sangrienta de una multitud enajenada, pues se le acusa de los crímenes del mito y no de los que el cometió. Se le está juzgando por toda una historia de abusos sociales que los hombres hemos cometido en conjunto en contra de las mujeres y no por sus delitos particulares como persona natural.
El discurso cuela e identifica al juez es hombre como todos nosotros y ve en el agresor a la víctima de una –injusta- inmolación social. Pero se equivoca, Martín es sujeto de derecho, y por ello, se le pueden imputar solo sus cargos, y debe responder por ellos, por los 5 delitos y ya, no todos los delitos masculinos. Pero, en amparo de la misma figura, el sacrificio no es humano sino simbólico, tan solo hace falta que él responda por ello, para que el ritual de jurisprudencia logre modificar el Derecho, es decir; el mito. Así, los que continúan, que también son sujetos del mismo derecho, deban responder ante una justicia que cambiada por la periferia de las voces femeninas sociales, y no por su burocracia interna.
En definitiva, y considerando los tiempos actuales: que linda estocada al mito tendremos antes de una nueva constitución.