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En lugar de interpretar a la gran mayoría ciudadana que se rebeló frente al “modelo chileno” en octubre de 2019, los partidos de izquierda han terminado subordinándose, de una u otra forma, al fraudulento diseño de “proceso constituyente”.
El mismo que estableció el antidemocrático quórum de dos tercios acordado maquiavélicamente por las virtuales dos derechas el 15 de noviembre de 2019, y ratificado por una reforma constitucional marmicoc en diciembre de ese año. Diseño naturalmente destinado a preservar lo más posible el modelo impuesto por la dictadura, y legitimado y consolidado por ambas derechas durante 30 años.
Muchos podrán preguntarse por qué la derecha concertacionista requiere regalarle a la derecha tradicional el poder de veto del tercio para la futura Convención, cuando sería más “legítimo” que ambas utilizaran conjuntamente una impecable mayoría. Precisamente porque con ello develarían los cabecillas de la ex Concertación su “convergencia” con la derecha tradicional. Proceso crudamente reconocido en 1997 por su máximo ideólogo: Edgardo Boeninger (Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad; Edit. Andrés Bello).
Como señaló el mismo Boeninger, “convergencia que políticamente no estaba en condiciones de reconocer” (p. 369), ya que con ello perdería la plausible mantención (¡todavía para muchos!) de proclamarse como de ‘centro-izquierda’”.
En cambio, con el virtual poder de veto de la derecha tradicional, la ex Concertación podrá decir que, aun siendo de centro-izquierda, se vio obligada a consensuar con ella una “nueva” Constitución. Como hizo ya en 1989 -respecto de las leyes futuras- regalándole la mayoría parlamentaria a la derecha en virtud de los quórums originales requeridos para aprobar la legislación ordinaria, acuerdo cristalizado con la Reforma Constitucional de ese año.
Y como hizo en 2005 con la actual Constitución. Aunque, en rigor, en ese minuto Ricardo Lagos (que la suscribió en conjunto con todos sus ex ministros) no disimuló algún obligado consenso con la “derecha”, y proclamó jubiloso LA ACTUAL CONSTITUCIÓN como una “Constitución democrática que ya no divide a los chilenos”.
Volviendo al tema central del artículo, podemos constatar que ya el 15 de noviembre de 2019, dos de los partidos más importantes del Frente Amplio (que en ese entonces “reconocía domicilio” en la izquierda), Revolución Democrática y Convergencia Social, ¡se sumaron explícitamente a dicho acuerdo!, provocando, entre otras cosas, la división del Frente.
Y los demás partidos de la coalición, junto con el PC, fueron muy débiles en el cuestionamiento del antidemocrático quórum. Tan débiles que, a poco andar, se olvidaron completamente de aquel y se integraron plenamente a la campaña plebiscitaria sin ningún cuestionamiento.
En un momento pareció que varios partidos de “izquierda” comenzaron a tomar en serio el carácter antidemocrático de la “Convención Constitucional” (que se establecerá en virtud de los resultados del plebiscito del 25 de octubre), cuando a mediados de noviembre varias diputadas de dichos partidos -encabezadas por Camila Vallejo- presentaron un proyecto de reforma constitucional para que dicha convención se rigiera democráticamente por la mayoría de sus miembros.
Sin embargo, ante el “portazo” que previsiblemente le dieron las dos derechas, se desentendieron nuevamente del tema quedando aquel proyecto como un “saludo a la bandera”. Esto contribuyó a que el PC y otras fuerzas políticas formaran un pacto político para la Convención que incluye a los dos partidos que se subordinaron explícitamente a las dos derechas el 15 de noviembre de 2019: Revolución Democrática y Convergencia Social. Fue cómico que, con ocasión de la presentación de aquel proyecto, Catalina Pérez, presidente de RD, lo cuestionase reafirmando su compromiso de 2019.
El hecho es que los principales partidos de “izquierda” han reafirmado su participación en las elecciones para la Convención Constitucional sin cuestionar su carácter antidemocrático. Su preferencia por el quórum mayoritario es de tal naturaleza que no lo consideran esencial para definir como democrática o no democrática la Convención. Por tanto, para todos los efectos prácticos, están considerando legítima la Convención a elegirse en abril, con todas sus reglas pre-establecidas, incluyendo su quórum.
Si hubiesen considerado antidemocrático el quórum de los dos tercios, o no hubiesen participado de las elecciones, o lo hubiesen hecho con el objetivo explícito de alcanzar el tercio de convencionales necesario para frustrar una “nueva” Constitución cocinada. Ya que ésta será –necesariamente– el resultado del consenso de las dos derechas, como la actual Constitución cocinada en 2005.
De no obtener el tercio –difícil tarea dada la gigantesca disparidad de recursos financieros y medios de comunicación– hubiesen podido retirarse de la Convención si esta no modificara las reglas antidemocráticas impuestas por el acuerdo del 15 de noviembre.
Si algún listillo objetase la eventual recurrencia al tercio de los convencionales por parte de la “izquierda” como antidemocrático, habría que explicarle que tiene el significado contrario. No sería el uso de un tercio para vetar la aprobación de una Constitución democrática, sino el uso del tercio para impedir la aprobación de una nueva Constitución por un mecanismo antidemocrático.
En definitiva, con su comportamiento actual, los principales partidos de la “izquierda” chilena están reconociendo la legitimidad del fraudulento “proceso constituyente” impuesto por las dos derechas…
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