Publicado Octubre 27, 2020
JOVENES CHILENOS: ¡NO SUELTEN EL TIMÓN!
Cuerpo
Esa es una responsabilidad histórica de la juventud chilena. Su caudalosa participación en el plebiscito -en especial de la juventud de las comunas populares- es una clara señal de aceptación de esa responsabilidad.

El honor de encabezar el arrasador triunfo del Apruebo y Convención Constitucional, hay que atribuirlo a los jóvenes, tanto a los de edad como a los de espíritu. Fue decisiva la participación masiva de jóvenes que votaban primera vez, y de los viejos robles que desafiaron la pandemia (más de 500 mil contagiados y 14 mil muertos en el país) para expresar su voluntad. Además -esto es muy importante-: el 78,27% que apoyó el Apruebo y el 78,99% la Convención Constituyente, son cifras que tienen un marcado ingrediente de clase. En las comunas donde la clase trabajadora tiene importante incidencia, ambas preferencias del plebiscito alcanzaron rangos elevados. Sobre el 80 y casi el 90% en algunos casos. Son notables los resultados en regiones del norte, de larga tradición sindical y política, y también en áreas rurales conocidas por su conservadurismo. En Chiloé, por ejemplo, tradicional bastión de la derecha, el Apruebo ganó hasta en el campo.

En solo tres comunas del país, Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea, en la Región Metropolitana, trincheras de las élites, ganaron el Rechazo y la Convención Mixta. A nivel nacional ambas opciones lograron 21,73% y 21,01%, respectivamente.

Antes de abandonar la numerología política -entretenimiento habitual de analistas con patente-, habría que considerar algunas situaciones que van a pesar en el cuadro político.

Una es la participación electoral. Aun cuando es la más grande de la historia, como destacara el director del Registro Electoral, ese desborde cívico alcanzó sólo al 50,9%. Votaron 7.562.173 hombres y mujeres. Sin embargo, el padrón alcanza casi a 15 millones de electores. Parte de la abstención se puede explicar por diversos motivos. El temor a la pandemia, por ejemplo. Sin embargo hay una importante cifra de la abstención que no vota por desconfianza y rechazo a los partidos cuyo desprestigio teje telarañas en los rincones de las instituciones. Hay aquí, entonces, una importante tarea que acometer en estos meses: debatir los contenidos de la nueva Constitución y promover los candidatos independientes que en abril del 2021 conformarán la Convención Constitucional. Los candidatos que surjan desde la base, comprometidos sin ambigüedades con la voluntad de cambio, darán origen a una Constitución de origen democrático, la primera en nuestra historia.

Otra situación a considerar es la fuerza que aun conserva el reducto conservador. El 21,73% que alcanzó el Rechazo y el 21,01% la Convención Mixta, no son datos a ignorar para una estrategia destinada a reencauzar al país por una senda de democrática. Desde los años 90 la derecha retiene cerca del 40% electoral. En el plebiscito se dividió y una porción de la clientela derechista votó Apruebo y Convención Constituyente. Se trata de una derecha consciente de lo insostenible que resulta la crisis de las instituciones de la dictadura. Pero ese 20% de Rechazo representa una derecha recalcitrante, poderosa en lo financiero, político y militar, y –como siempre- dispuesta a todo. Las fuerzas del cambio tendrán que poner atención a los movimientos de esa derecha que no ha vacilado en derramar sangre del pueblo cuando sintió amenazados sus intereses. Y una nueva Constitución democrática, junto con las instituciones y leyes que de ella surgirán, constituyen la peor amenaza para la ultra derecha, el militarismo y los mercaderes de la Bolsa de Comercio.

El domingo 25 comenzamos a cavar la sepultura de la Constitución pinochetista y del modelo de economía de mercado. No obstante, estamos en la fase inicial de un largo proceso. Si tenemos éxito, no solo nos dotaremos de una Constitución democrática y sepultaremos al neoliberalismo. Ese proceso de lucha ideológica y propuestas programáticas, permitirá articular un amplio movimiento político-social que conducirá al país en los próximos años. Los jóvenes de hoy deben preparar para gobernar.

Esa es una responsabilidad histórica de la juventud chilena. Su caudalosa participación en el plebiscito -en especial de la juventud de las comunas populares- es una clara señal de aceptación de esa responsabilidad.

La votación de Convención Constituyente, incluso, superó la del Rechazo. Es otra advertencia a la casta política para que no persevere en su intento de cocinar la nueva Constitución en el fogón de la corrupción.

Construir el necesario movimiento político-social que destierre sectarismos, requerirá una etapa difícil –y en ciertos casos dolorosa- para cortar amarras con el pasado, actualizar doctrinas y cambiar métodos de organización y lucha.

Para cumplir esas tareas está justamente la juventud. Ella nace para cambiar lo que hoy estorba el paso del progreso. La juventud chilena cuenta con decenas de héroes cuyas luchas servirán de ejemplo a la actual generación. Sobre todo será la experiencia de sus luchas la que abrirá paso al futuro del país. Los próximos años nos dirán si la juventud del siglo XXI estuvo a la altura de su misión histórica.