Publicado Octubre 28, 2021
La débil llama de la ilusión
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Desde antes de la llegada de la pandemia, en América Latina ya crecía la insumisión y la gobernabilidad comenzaba a verse amenazada en varias naciones que se veían al borde del estallido social.

Para quienes han tenido la oportunidad de recorrer América Latina de sur a norte y de oeste a este se han encontrado con muchas cosas: paisajes increíbles, diversidad de climas, inseguridad ciudadana, solidaridad de quienes menos recursos económicos tienen, pobreza, marginalidad, alegrías y tristezas por doquier y una gran dosis de pérdida de ilusión que se agudiza con el tiempo.

Ya no es tan fácil creer para los latinoamericanos, porque la pobreza crece en el continente, porque se han perdido fuentes laborales y porque muchos de quienes manejan los destinos y los recursos públicos están contaminados de un profundo descrédito, que en estos últimos días se ha visto aumentado además debido a los Pandora Papers. Claro, a esta situación aún debemos sumarle las consecuencias que ha traído consigo la pandemia de la Covid-19.

Por eso ya no sorprenden los guarismos que presenta el informe del Latinobarómetro 2021 en referencia al apoyo a la democracia. Si bien los números nos dicen que por primera vez desde el año 2010 no se registró una nueva caída, hace más de una década el apoyo al sistema democrático en América Latina se encontraba en 63%, mientras que en 2018 (la penúltima medición) era del 48%. Hoy estamos un punto por encima, en 49%, pero con un margen de error del 1%.

El mayor apoyo al sistema democrático regional se da en Uruguay con un 74% y en Venezuela con 69%, mientras que el menor es en Honduras un 30% y Ecuador con 33%, este último país ha sido además el que registró la caída más grande desde la última medición (-17%), ya que en 2018 el apoyo era del 50%. Otra nación en donde se ha constatado un descenso es en Colombia (-11%) de 54% a 43%.

Más de la cuarta parte de los habitantes del continente, el 27% precisamente, son indiferentes y se sienten identificados con la premisa de “a la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático”.

No puede sorprender a nadie que los países en donde este pensamiento es más popular sea en Honduras con un 42%, una cifra que se encuentra cerca de la mitad de la población, pero también aparecen Panamá con 39%, Ecuador con 38% y Brasil con 36%.

Finalmente, un 13% de los latinoamericanos entiende que “en algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático”, entre ellos lideran Paraguay con 24%, un país que tiene la característica que ha sido gobernado casi hegemónicamente por el Partido Colorado e incluso la dictadura que padeció también estuvo a cargo del mismo partido; México 22% y Ecuador y Perú con 16%.

Otra información que nos trae el Latinobarómetro y que resulta muy relevante es la confianza hacia las instituciones, que ya de por sí en nuestra región aparentan ser bajas. Lo sorprendente quizás es que la institución que goza de mayor confianza es la Iglesia, con un 62%, seguidas de las Fuerzas Armadas con 44% y la Policía con 36%.

Cuando vemos cuáles son las que generan los menores índices de confianza en los pobladores del continente nos encontramos que aparecen los partidos políticos con tan solo un 13%, el congreso con un 20%, el poder judicial con 25% (una figura que se ha devaluado más en los últimos años producto de los innumerables casos de lawfare), el gobierno con 27%, las instituciones electorales con 31% y el presidente con 32%.

En referencia a los partidos políticos solo en Uruguay (33%), República Dominicana (24%), Nicaragua (22%) y Bolivia (16%) logran superar el 15% de confianza institucional.

Desde antes de la llegada de la pandemia, en América Latina ya crecía la insumisión y la gobernabilidad comenzaba a verse amenazada en varias naciones que se veían al borde del estallido social. La gente sale a las calles en sus países reclamando por sus derechos, por el fin de los privilegios de las elites y por una mejor redistribución de la riqueza; por seguridad y amparo; por justicia y políticas sociales; por dignidad y por volver a avivar la llama de la ilusión.

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Los análisis de los resultados de las elecciones del 07 de mayo en Chile compiten en materia de inconsistencia, ignorancia y mala fe. En la materia conviene regresar a los elementos básicos: los números. Hacerlos hablar. Pero no como los ventrílocuos... He aquí un esfuerzo por comprender lo -a priori- incomprensible.
Estas instituciones de salud han estado cobrando excesos de pago en forma ilegal durante muchos años. En buen chileno, le han estado robando dinero al bolsillo de millones de cotizantes, pero la derecha, como siempre defensora de estos delitos, los llama “cobros indebidos” o “apropiación indebida”. Vaya eufemismo con el que denominan este asalto a la fe pública y al robo descarado.
Ciertamente existe un treinta y cuatro por ciento de ciudadanos que hay que encantar electoralmente, sobre todo cuando se sabe que esta cifra ha sido muy incrementada por el voto de izquierda duro y desilusionado de la gestión gubernamental como del rendimiento de partidos que están sumidos en su oficio de repartirse los cargos de la administración pública, así como deslizarse por el tobogán de la corrupción.