Publicado Septiembre 03, 2021
La hipótesis Imperialista
Cuerpo
¿Qué son los Chicago Boys y los economistas con altos cargos en las instituciones del país sino “capital humano” formado en EEUU? ¿Qué es Heraldo Muñoz y el PPD sino el “heraldo” del TPP11 y el interés de las grandes corporaciones trasnacionales?

1.- Propongamos una hipótesis: uno de los últimos “torniquetes” que deberán enfrentar los pueblos de Chile es el imperialismo de EEUU. Miles de torniquetes fueron instalados para impedir el paso al partido octubrista desde el 18 de Octubre de 2019. Desde los torniquetes del Metro de Santiago hasta el original “Acuerdo por la Paz” del 15 de Noviembre, sin contar con el respaldo sine qua non al actuar de las fuerzas policiales que ha ofrecido el gobierno y gran parte de la clase política para mantener la rúbrica de la “democracia” e impedir el retorno de los militares; asunto, por cierto, pasado de moda para la burocracia global que prefiere la violencia capilar de una policía devenida fuerza paramilitar que actúe bajo la absoluta impunidad. Incluso las diferentes elecciones constituyeron “torniquetes” que el partido octubrista logró superar y apropiarse decisivamente con mucho esfuerzo e intensidad. 

Toda la vía institucional que pretendía erigirse en un conjunto de torniquetes para restituir la gobernabilidad del partido neoliberal, ha entrado en una fase de disputa interna que hace peligrar el orden instaurado desde 1973 y profundizado desde 1988. Todo puede volver a pensarse, las prácticas, las leyes, los modos; la división sexual de la sociedad, la existencia o no de una multiplicidad de pueblos y la presencia o no de otras lenguas. Todo ha comenzado a ser pensado de otro modo. Pero siempre en disputa, en tensión con la existencia de torniquetes varios que no dejan de instaurarse para propiciar una “normalización” y restituir así el continuum de la matriz portaliana que tanto que le ha dado a la oligarquía. Incluso con una “presidencialización” y el boicot directo proveniente de la derecha –y no solo de ella- y sus diferentes poderes fácticos, la Convención ha devenido un lugar de pensamiento. La Convención –gracias a la apropiación que hizo de ella el partido octubrista- ha posibilitado pensar otra vez el país. 

2.- Sin embargo, quizás, el último torniquete ha estado curiosamente ausente de las discusiones estratégicas al interior de las izquierdas. Me refiero al lugar que tiene EEUU. Si bien, éste se ha retirado vergonzosamente de Afganistán y se ha despotenciado hegemónicamente durante los últimos 20 años, no por eso será menos relevante para el continente latinoamericano, como lo ha sido durante toda su historia republicana. 

Escena clave: en los primeros días de la revuelta octubrista de 2019 Piñera proclama el estado de excepción constitucional que le permitía militarizar las calles del país. Tres semanas más tarde se celebraría la APEC que contaría con la presencia de Donald Trump en Chile. Toda visita de un mandatario estadounidense a otro país, implica un despliegue de sus servicios de inteligencia, al menos, con un mes o meses de anticipación (sucedió con la visita de Obama en 2011).  Es decir, la CIA –podríamos deducir- estaba en Chile antes que llegara Trump y durante la irrupción octubrista. El gobierno chileno está acorralado por el partido octubrista que ha puesto a las ciudades del país de cabeza. Difícil que puedan venir los presidentes a la APEC, difícil, por tanto, que pueda aterrizar Donald Trump bajo estas condiciones. 

Piñera decide hacer algo inédito en la historia de los 30 años democracia: sacar a los militares a las calles proclamando el estado de excepción constitucional, como jamás se había hecho. ¿Qué hizo que Piñera decidiera tomar una medida como esa? Mi hipótesis –absolutamente discutible, por cierto, y que hoy solo puede asumir la forma provisoria de una “hipótesis”- es que la decisión piñerista fue instigada, consultada, respaldada y autorizada por Washington. 

¿Tienen autonomía los gobernantes chilenos? ¿tiene autonomía Chile para decidir transformaciones estructurales? En un nivel local, por cierto, pero no en niveles que conciernen al cambio del régimen. Por eso, la hipótesis imperialista no puede ni pretende exculpar a Piñera de sus actos (sería como exculpar a Pinochet), pero éstos han sido digitados, vigilados y autorizados por Washington como lo han sido gran parte de los actos de los últimos 30 años. Y es que los pueblos de Chile –tal como ocurrió con la Unidad Popular- abren posibilidades que no resultan favorables a los intereses financieros de Washington (¿y de China?). 

Si bien Chile es un país cuyo lugar geopolítico es mínima respecto de otros países del mismo continente (Argentina o Brasil), no resultaría menos importante atender a que la posibilidad de una “izquierdización” del país, pusiera en cuestión no solo los intereses financieros que varias corporaciones estadounidenses tienen sobre la educación, la salud y las pensiones, sino también la racionalidad política neoliberal consagrada por la Constitución de 1980. Si bien, la hegemonía estadounidense no debería identificarse a la racionalidad neoliberal (en la medida que esta última puede perfectamente autonomizarse respecto del primero), el triunfo imperialista de EEUU implicó, en diversas partes del mundo, la instalación de reformas neoliberales de largo alcance.

3.- En una noticia del 26 de agosto de 2021 el diario La Tercera anunciaba que las “aseguradoras de EEUU piden a Biden intervenir para frenar un nuevo retiro de rentas vitalicias”. Un título no menor que debe ligarse a los dichos del presidente del Banco Central Mario Marcel acerca de los peligros para la economía chilena que conllevaría un cuarto retiro de las AFPs. Por supuesto, los niveles de funcionamiento del imperialismo son varios. No se trata de una intervención militar –ese mal gusto queda reservado a los afganos y a los iraquíes. 

Para el continente latinoamericano, EEUU puede contemplar bases militares e intervenciones “civiles” vía la oligarquía que se ha formado en virtud de su propia episteme cuyos intereses de clase coinciden con los intereses de EEUU. ¿Qué son los Chicago Boys y los economistas con altos cargos en las instituciones del país sino “capital humano” formado en EEUU? ¿Qué es Heraldo Muñoz y el PPD sino el “heraldo” del TPP11 y el interés de las grandes corporaciones trasnacionales?

Por eso, el imperialismo tiene que ser pensado de manera topológica: está dentro y fuera al mismo tiempo. No necesita de una intervención puramente “exterior” si tiene los mecanismos para actuar desde el mismo “interior”. Su naturaleza topológica permite que 

 la facticidad imperialista no requiera de fuerzas militares para intervenir sino de una oligarquía que defienda férreamente sus intereses y se inscriba al interior de su episteme, tal como ocurrió durante los últimos 30 años con la configuración del partido neoliberal: formación cupular y consensual provenientes de diversos partidos políticos de centro izquierda y de derechas, orientada a profundizar el régimen neoliberal y los intereses financieros asociados a él. 

Por supuesto: toda la transición fue planificada y teorizada desde referencias politológicas estadounidenses. El reemplazo de “socialismo” por “democracia” y la instalación misma del término “transición” como un concepto propiamente politológico provienen de la misma episteme. Demás está decir que fue la misma política imperialista de Washington la que nos subsumió en el triunfo de la oligarquía tanto en 1973 como en 1988. Solo la revuelta de    Octubre de 2019 marca una inflexión decisiva al respecto. Dicho esto: ¿el gobierno de Piñera decidió solo la proclamación del estado de excepción constitucional? Ningún gobernante de los últimos 30 años ha decidido nada que no pase por Washington, menos aún Piñera. 

4.- Se dirá que el término “imperialismo” resulta de una jerga “antigua”; pero ahí está Afganistán o Iraq para patentizar su actualidad. No por “antigua” una jerga resulta menos verdadera: si la izquierda revolucionaria se forjó –a partir de Lenin y Luxemburgo- impugnando al “imperialismo” como “fase superior” del capitalismo; las izquierdas contemporáneas han replanteado el punto, situando la mutación en Imperio -esa miríada de dispositivos biopolíticos desplegados capilar y globalmente a la vez- del “clásico” imperialismo. Incluso, Samir Amin o David Harvey, premunidos del léxico marxista clásico replantean la deriva del imperialismo estadounidense.  Aunque la hipótesis del Imperio no elimina la existencia de los imperialismos, sino que los inscribe al interior del marco global e impersonal del Imperio, en la jerga de las izquierdas chilenas actuales la cuestión del imperialismo parece haber quedado casi completamente fuera de la discusión.  

La derrota de las izquierdas chilenas el 11 de septiembre de 1973 estableció las condiciones para que nunca más el Partido Socialista hablara de imperialismo (tuvo tres presidentes de la República en 30 años y jamás ocupó ni el término “pueblo” ni el de “imperialismo”); y cuando el Partido Comunista denunciaba al imperialismo ejercido por EEUU sobre Venezuela (totalmente cierto, por lo demás), siempre lo hacía desde una episteme demasiado clásica que no contemplaba la complejidad de la discusión contemporánea. Porque si bien la hipótesis imperialista que aún persiste en el discurso del PC debe ser modificada no por ello requiere ser eliminada como hicieron los “renovados” de toda estirpe. 

Volver a pensar la hipótesis imperialista resulta una tarea fundamental si requerimos ir más allá del último torniquete (EEUU) que, si bien, experimenta un agotamiento estructural, su raigambre en la oligarquía e incidencia en la política chilena (y en la de tantos países) sigue siendo clave. Si bien, el régimen neoliberal se instaló con la intervención de EEUU en 1973, el primero puede sobrevivir más allá de la hegemonía estadounidense. ¿Tienen las izquierdas –han pensado las izquierdas- que aspiran a la presidencia o a ofrecer un nuevo texto constitucional una estrategia o un conjunto de estrategias para la facticidad de esta realidad? No se necesita de una estrategia “monumental” para desactivar el imperialismo: basta con seguir los pasos del partido octubrista que destituyó algunos dispositivos neoliberales que operaban a nivel capilar (sus formas intensivas), para volver a imaginar otras posibilidades y abrazar otro tiempo.