Publicado Enero 25, 2021
La población infanto-juvenil como sujetos repolitizadores del campo social chileno
Cuerpo
El neoliberalismo y el adultocentrismo, son las ideologías que impactan de un modo significativo a las infancias y adolescencias. Ficciones que se rigen por el principio de placer necesarias para habitar lo social, no obstante, al mismo tiempo ocultan relaciones de poder que por medio de la misma buscan reproducir y legitimar relaciones de dominación de grupos sobre otros...

Luego fuimos creciendo, y talvez por su imposición nuestros juegos perdieron el ruido antes que los juegos de otros niños, y tuvimos que suplantar el movimiento con la imaginación, y la bulla con la intrepidez de la palabra.

José Donoso

Este Domingo

Sujetos políticos

El estallido, revuelta, despertar social ocurrido en Chile en octubre del 2019 ha puesto el foco en diversos temas de interés público, entre los que se encuentra el lugar de la población infanto-juvenil en la sociedad actual, más aun si se considera que más de la mitad de esta población participó de las movilizaciones según un estudio publicado por la Defensoría de la Niñez, siendo un actor clave en la posibilidad de pensar nuevas formas de participación en pos de un nuevo pacto social; han saltado la barrera de lo posible. Son sabidos los antecedentes que tenemos en nuestra historia reciente con respecto a movimientos liderados por secundarios y secundarias como el mochilazo o la revolución pingüina. Este acontecimiento ha marcado y marcará el devenir de lo elaborado hasta el momento, insistirá y pondrá a prueba las conceptualizaciones en torno a los grandes temas, a nivel íntimo y a nivel social. No obstante, la respuesta de las autoridades hacia esta población ha sido represión policial, criminalización y el “ninguneo” social, pasando por alto su calidad de sujetos políticos.

Lo político y la política

Lo político es entendido por Jorge Alemán como aquello que es lo inaugural del sujeto, lo inapropiable, la singularidad radical que es el lugar donde se genera una resistencia a los mandatos epocales. Este autor plantea una diferencia absoluta de lo que es el sujeto y la subjetividad, esta última sería el lugar de producción de discursos de poder pero que no puede apropiarse de esa singularidad que es propia del sujeto. No obstante, la ideología hegemónica del neoliberalismo la puede usar a su servicio, o bien, reprimirla. La política, en cambio, está del lado de la producción de subjetividad, modos de existir que, en todo caso serían volátiles y fluidos, contingentes históricamente. Según este pensador el crimen no es perfecto.

En la infancia el cuerpo primero es de la familia, hay un tránsito de la dependencia absoluta hacia el habitar un cuerpo y un lugar simbólico. El/la niño/a, es hablado/a por Otros, son intervenidos por diferentes dispositivos institucionales como la escuela o los discursos psi, que van definiendo rutas y horizontes de posibilidades de ser. Es aquí donde se puede considerar a la infancia y adolescencia como sujetos políticos. Lo infantil en tanto se concibe como la experiencia insoportable del cuerpo al ser atravesado por diferentes discursos y que no se le autorice la voz, sin embargo, habla. Por tanto, se encuentra sujeta a mecanismos de dominación y produce resistencias, las que molestan, interpelan, impugnan lo establecido. Los efectos de marca en el cuerpo no son advertidos fácilmente, forman parte de un entramado oculto de relaciones de poder, y al ser concebida la infancia desde su condición de posibilidad suele ser un territorio en disputa desconociendo su presente. Quien puede y quien no puede es uno de los problemas centrales en torno a la cuestión del poder. Si lo pensamos desde la política partidista la infancia no sería un tema de interés dado que no se representan a sí mismos, no pueden; en cambio, si lo pensamos en términos de lo político la cosa cambia: los/as niños/as de forma directa o indirecta han cambiado la dinámica de poder en las familias.

La adolescencia tiene sus características particulares, siendo un momento subjetivo donde es necesaria la inscripción de un deseo en el campo de lo social, y el desamparo simbólico que caracteriza a la época la deja expuesta a lo mortífero de la pulsión. Estos sujetos se las arreglan para encontrar a un Otro para interpelarlo por fuera de los padres (director, alcalde, ministro, presidente).

La ideología

El neoliberalismo y el adultocentrismo, son las ideologías que impactan de un modo significativo a las infancias y adolescencias. Ficciones que se rigen por el principio de placer necesarias para habitar lo social, no obstante, al mismo tiempo ocultan relaciones de poder que por medio de la misma buscan reproducir y legitimar relaciones de dominación de grupos sobre otros: ricos sobre pobres, adultos sobre niños y niñas, por medio de las ideas de libertad y protección. Los efectos de estas ideologías son la despolitización, la instalación de un sentido común, de naturalizar una relación de subordinación y un saber supuestamente verdadero.

La tesis del liberalismo es que el intercambio mercantil permitiría la conquista de una progresiva libertad al permitir la construcción en este espacio de un yo interno que de forma deliberada generaría un contrato espontáneo de compra-venta en una interacción neutra. Una consecuencia de esto es que en esa supuesta conquista del espacio personal donde el individuo se centra en su mundo interior, también queda a merced de sus pulsiones viendo reducidas sus posibilidades de darle trámite a estas por medio de la experiencia colectiva, se objetiviza y mercantiliza cada aspecto de la vida cotidiana, permeando también el modo de establecer relaciones entre los seres humanos; la versión más perversa sería el neoliberalismo y su rechazo absoluto del rol económico del Estado. Por su parte el adultocentrismo se basa en una relación de subordinación del mundo infantil en relación al mundo adulto que se perpetúa en una desvalorización moral de sus modos, ritmos, inquietudes, preocupaciones, etc. Un ejemplo de cómo se conjugan estas dos ideologías son las políticas públicas que apuntan a esta población que se basan en una mirada de inversión a futuro, dado que su relevancia y su lugar en la sociedad se valora en tanto potencial, en el adulto que llegará a ser.

El acto

Los y las adolescentes profanan de un espacio sagrado para el modelo económico chileno (Metro de Santiago), llevando a cabo un poderoso rito: la evasión. Una trama simbólica propia a la cual aferrarse tomando elementos de la historia social que los precede para encausar su deseo en un sentido emancipatorio. Acaso un intento de reivindicar a sus padres y abuelos por las humillaciones sufridas por tratar de vivir al costo de la vida misma.

La gran mayoría de la ciudadanía lo ha leído así probablemente, otros tantos como violencia, anomia, anarquía. La psicoanalista Beatriz Janin plantea que un modo de entender un acto violento en la adolescencia es como un recurso, generalmente autodestructivo al que se recurre ante el terror de verse desdibujados de un mundo donde se suponen sin lugar, sería un modo de declararse existente forzando al medio. La época ofrece el consumo, la contracultura que es ofrecida como un producto más en el mercado, no obstante, desde aquel acto ritual se pasa a una cultura de interpelación a la autoridad bajo sus mismos términos, mostrar sus imposturas.

La politiquería

La política es una actividad que en Chile ha sido apropiada por el razonamiento ideológico neoliberal, lo que a su vez produce la represión de lo político respondiendo a los asuntos sociales desde una mirada estrictamente economicista. Zizek refiere que una ideología triunfa cuando incluso los hechos que a primera vista la contradicen empiezan a funcionar a su favor. Aparecen discursos que interpretan el 18-O como masas de personas deseosas del consumo que la economía en su estado actual no puede brindar. En consecuencia, el crecimiento económico es lo que necesita el país para satisfacer a esas masas profundizando el modelo. Además, son desagradecidos al reclamar, pues este ha sido el modelo que disminuyó la pobreza y no hay otro empíricamente comprobado. Cuando a esto le agregamos las interpretaciones que describen el fenómeno como una pataleta que debe ser acallada da paso a la represión policial. Se conjugan ambas ideologías: adultocentrismo con los ropajes del paternalismo y un asunto por mejorar de la economía que cínicamente reconoce la acumulación exacerbada de capital como parte del sistema que se debe aceptar. Moralidad al servicio de la inmoralidad.

La infancia es una población estratégica para la mantención y reproducción de las estructuras de poder, institución clave en la cuestión de la estabilidad de otras instituciones y contenedor de la conflictividad social. Si la pensamos como un significante en falta de significación es sensible a las disputas políticas como podemos verlo en la discusión por la incorporación de la educación sexual integral en las aulas o en la estructura de financiamiento y visión tutelar de los servicios del Estado que apuntan a esta población. ¿Con qué mecanismos contamos como sociedad chilena para que la voz de esta población pueda ser escuchada y reconocida en su calidad de sujetos políticos? ¿Seguiremos medicándolos y con ello negar su sufrimiento y las verdades incómodas que sus síntomas nos revelan?

La adolescencia por su parte, en su relación privilegiada con la época, en el intento de inscripción de un deseo entendido esto como una marca que modifica una superficie implicando un pasaje de un estado a otro, podemos pensar el 18-O como un acto instituyente, como lo nuevo que entra en la historia, un acto político para apropiarse de un momento histórico que los ampare en el plano simbólico. ¿Seremos capaces de corrernos de las fantasías autoritarias para dar lugar a la participación política efectiva de secundarios y secundarias sobre los temas que le conciernen directamente o seguiremos aplicando la fuerza de la ley para reprimir como se ha visto antes y después del 18-O?

Represión en tanto limitación de su movilidad en el espacio público, o peor, el deliberado y sistemático uso de la fuerza policial en contra de esta población como se ha visto en el caso del adolescente que fue lanzado del puente Pio Nono, o bien, contra la infancia Mapuche, siendo estos actos condenables que atentan contra los DD.HH. También me refiero a reconocer la importancia de sus símbolos y producciones, que son una forma de ligar los agujeros de la historia heredada a nuevas representaciones para volverlas más soportables y transformar la realidad.

Es lamentable cómo la clase política dada su falta de comprensión o derechamente negación acerca de los procesos culturales, especialmente el sector más conservador, hace una lectura simplona de la metáfora-rito saltar el torniquete, como una apología a la violencia y descontrol social, siendo este su argumento principal para intentar destituir de su cargo a Patricia Muñoz, primera Defensora de la Niñez. Al parecer en su afán calculador disputan un sentido que no les pertenece pero que usan para sus fines. Para estos seres un torniquete es un torniquete.