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Baquedano ya no está en el corazón de la ciudad. La ciudad ha profanado los símbolos del poder, dejando la potencia de un vacío que habla. Esta ausencia podría inaugurar una pregunta. ¿Qué se quema en el cuerpo metálico de Baquedano? ¿De qué nos habla ese fuego popular? ¿Será que el pueblo no se identifica con los líderes militares? ¿Será que la ciudad contemporánea, bañada de ensoñación feminista y pluralista, no desea símbolos patriarcales y protectores de los intereses oligárquico-criollos? ¿Será que en el corazón de la ciudad debiere erguirse la belleza nacida del imaginario popular? ¿Será que, cual herederos de un hermoso acervo artístico, hemos de trabajar una arquitectura simbólica a la altura de los tiempos? ¿Será que hay otro modo de concebir la(s) historia(s) desde nuestros memoriales de encarnadura simbólica?
El gobierno no se hace la pregunta. El gobierno actúa el síntoma del neoliberalismo: la reja. El gobierno repite la violencia en nombre del orden, orden que a su vez, es la violencia en sí. Es patéticamente evidente el simbolismo de este acto: “Allí donde no hay lazo social, hay rejas”.
Demos un paseo por la propiedad privada de Santiago y no veremos más que rejas. No hay casas, no hay vida, no hay patios… hay rejas.Hoy en nuestro corazón cívico se está construyendo una reja. Si esto no es pobreza cultural extremada, díganos qué es.
Para la hermenéutica del poder el pueblo es un ladrón. Carabineros y militares son el cuerpo armado de la protección de lo sagrado en la teología neoliberal chilena: la propiedad privada y los emblemas de la tradición militar y familiarista de la república ensangrentada de Chile.
Los cuerpos militares, los cuerpos de carabineros, los cuerpos del pueblo, los cuerpos de mujeres violentadas, los cuerpos de las estatuas, los cuerpos… he allí los símbolos a descifrar. Los cuerpos son superficies escriturales…
Lo político –como fenómeno vivo- no puede ser concebido sin dar lugar a las corporalidades puestas en juego. En los cuerpos hay claves de lectura que la entelequia abstracta de la elite no puede leer. “Eso (inconsciente popular) habla, y el poder es un sordo angustiado que da golpes de ira ante su propia impotencia”
Tanto en la represión, el enfrentamiento y la lucha; así como en el afecto y sensorialidad que circula entre quienes marchan, danzan y cantan, están puestos en juego los cuerpos en una dialéctica de vida y muerte.
En las calles tomadas por la revuelta encontramos, a pocos segundos de distancia, la belleza sublime de la fiesta popular y el horror mortífero de la violencia represiva.
Algunxs podrán decir que en lxs manifestantes también hay violencia, y claro, sin duda que la hay: pero ella responde a un materialismo de una ética y estética radicalmente diferente a la de la violencia de Estado.
¿Acaso el cuerpo de Baquedano saldría del corazón de la ciudad sin la violencia creadora del imaginario destituyente y profanador del cuerpo colectivo del pueblo?
Los ojos, las voces, la sangre, los gases, los balines, los plumones en la piel, los pulmones exigidos, el disfraz y el desnudo, los golpes, la mano que ayuda y asiste, el agua limpia que hidrata, el agua sucia que rompe y golpea, el encierro, la liberación, la ternura, el escándalo, el despliegue pulsional, la carrera, la potencia y su contrario, la alegría, la rabia, la angustia, la esperanza... los avances y retrocesos de la ola masiva... cuerpos en movimiento, gestos simbólicos.
Pero al igual que en la neurosis, el gobierno no lee el mensaje, no piensa en metáforas, no se abre a concebir ¿De qué está hablando este cuerpo? El gobierno redobla la represión y lo hace de la forma más burda: violencia y rejas, rejas y violencia.
Se trata de dejar apartado al pueblo ladrón de la hacienda que vienen construyendo por tantas décadas. El monopolio de esta verdad está en cuestión. Las historias múltiples de Chile y de sus pueblos originarios retornan en el corazón de la ciudad; interpelando al poder: ¿Quiénes son los ladrones?
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