En los países que han controlado la pandemia, las decisiones se han tomado escuchando a un cuerpo de científicos epidemiológicos, no a un solo médico, íntimo amigo de un presidente completamente desprestigiado, que no inspira confianza ni posee la virtud del arte de gobernar.

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En los países que han controlado la pandemia, las decisiones se han tomado escuchando a un cuerpo de científicos epidemiológicos, no a un solo médico, íntimo amigo de un presidente completamente desprestigiado, que no inspira confianza ni posee la virtud del arte de gobernar.
Para analizar la personalidad y las declaraciones del ministro de salud Jaime Mañalich, me puse a leer la obra de Molière “El Médico a Palos”, que fue presentada por primera vez el 6 de agosto de 1666 en el palacio real de París. Jean Poquelin, “Molière”, nacido el 17 de febrero de 1622, comediante y dramaturgo, quedó en la historia y la cultura francesa por sus grandes obras, plenas de sátira y crítica social. Fue el único comediante protegido por el rey de Francia Luis XIV y varias de sus obras se centraron en la medicina, especialmente en la figura del médico.
Así, "El Médico a palos" fue una de las obras más famosas de Molière, que aún se representa en teatros y estudian los alumnos franceses. Esta obra es una sátira, una crítica contra la charlatanería de los médicos que se preocupan más del prestigio de la profesión y a lucrar que de ejercer éticamente una profesión con vocación de servicio en aras del bienestar del ser humano.
La obra relata que Sganarelle es un leñador y (gran) bebedor. Trabajó seis años para un famoso doctor, por lo que aprendió algo de medicina y de latín. Un día, mientras intentaba cortar un árbol, decidió tomarse un descanso. Es sorprendido por Martina, su esposa que comienza a insultarlo: Holgazán, inútil, sinvergüenza, etc. Indignado Sganarelle golpea a su mujer. Martina, decide vengarse. Se encuentra con Valerio y Lucas, sirvientes de Geronte, que están en busca desesperada de un médico que sane a la hija de su amo, aprovecha esa oportunidad para inventar que Sganarelle es un afamado doctor, pero para que se reconozca como tal necesita que le den una golpiza a palos.
Para persuadirlos de sus poderes como médico, Martina inventa que Sganarelle ha resucitado muertos. Lucas y Valerio le creen ciegamente a Martina y parten a buscar a tan extraordinario doctor. Cuando lo encuentran, le explican que lo necesitan para que cure a la hija de su amo. Sganarelle repite una y otra vez que él no es médico, entonces Valerio y Lucas lo apalean hasta que acepta acompañarlos. Por consiguiente, gracias a la venganza de su mujer, Sganarelle, usará su charlatanería para ganar dinero y prestigio ejerciendo como médico impostor.
Jaime Mañalich encarna perfectamente al personaje de la obra de Molière; fue expulsado del colegio médico por faltas a la ética, que el gremio no ha revelado públicamente cuáles fueron esas faltas. Sin embargo, se sabe que en el primer gobierno de Piñera se modificaron las listas de espera del programa “AUGE” para mostrar mejores resultados. Habitualmente, la profesión de médico es ejercida de forma liberal. Utiliza un lenguaje muy técnico, muchas veces incomprensible para nosotros y muy rara vez se discute la legitimidad de un análisis médico. Pero, las declaraciones del ministro han hecho indignar hasta al más inexperto en lenguaje médico, como cuando argumentó en uno de sus informes diarios: “Nadie sabe si el virus muta y se vuelve buena persona”.
La carrera de Mañalich ha estado más conectada con la salud privada que con la pública. Trabajó muchos años en la clínica Las Condes, la que durante el tiempo que ejerció como ministro en el primer gobierno de Piñera, se adjudicó millonarios contratos con el Estado. El orgullo y la soberbia del personaje eran una de las características principales de su perfil profesional, aunque, recientemente tuvo que reconocer públicamente que su estrategia contra la pandemia había fracasado: “Todos los ejercicios epidemiológicos, las fórmulas de proyección con las que yo me seduje en enero, se han derrumbado como castillo de naipes”. 100 mil contagiados, más de mil muertos. Chile superó a China”.
Esta semana, Catterina Ferreccio, epidemióloga e integrante del consejo asesor del Ministerio de Salud, en conversación con radio Futuro declaró: “Nosotros como epidemiólogos hemos usado siempre los datos de la realidad, vamos viendo día a día lo que va a ocurriendo, y nunca han fallado. A nosotros no se nos cayó ningún castillo de naipes”. “El ministro es una persona de clínicas, sabe gestionar eso, y el subsecretario viene de redes, de ahí también, creo que no tienen el conocimiento de cómo vive la población (…) En la Clínica Las Condes estás viendo otro Chile”.
Ahora bien, con su declaración de que no estaba al tanto de los niveles de pobreza y de hacinamiento que existen en nuestro país, revela todo su desconocimiento del país donde vive, alejado e indiferente de la verdadera realidad social del país: “Hay un nivel de pobreza y hacinamiento del cual yo no tenía conciencia de la magnitud que tenía, esa es la verdad“. Es inadmisible que una cartera ministerial tan trascendental para el mundo social como la salud, sea liderada por un ministro que ignoraba la existencia de la pobreza en Chile.
Además, es evidente que la estrategia para contrarrestar la pandemia ha fracasado rotundamente. En un principio, el gobierno sacaba cuentas alegres de su gestión, manipulando a su antojo las cifras y confiando ciegamente en un ministro que ha demostrado ser incapaz para contrarrestar el contagio del virus en el país. Esto demuestra una vez más, que, con este tipo de ministros, la crisis de las instituciones en Chile es terminal. El gobierno al que representan, conocen a un sector muy minoritario de la sociedad chilena y carecen por lo tanto de la legitimidad de la dominación carismática que atribuye el sociólogo alemán Max Weber a quienes poseen el poder político. Pero, también carecen como lo demuestra especialmente el ministro Mañalich, del conocimiento y la experiencia para controlar una pandemia de esta magnitud.
Por otro lado, desde hace varias semanas la periodista y académica Alejandra Matus venía advirtiendo que las cifras de fallecidos por coronavirus manejadas y mediatizadas por el gobierno no eran creíbles, porque estaban dejando muchos fallecidos por el COVID-19 fuera de sus informes estadísticos diarios. Recién en estos días, Mañalich tuvo que reconocer dicho error, de modo que la cifra total se elevó a 2.290 fallecidos a causa del Covid-19. Sin embargo, ayer nuevamente el ministro volvió a cambiar la metodología del conteo, lo que genera serias dudas y una profunda desconfianza en la gestión de la pandemia liderada por el cuestionado ministro. Desde el inicio de esta crisis sanitaria en Chile, las organizaciones sociales como el Colegio médico han denunciado la poca transparencia en el manejo de los datos por el ministerio de salud y en la toma de decisiones por parte del gobierno, lo que ha llevado a nuestro país a una catástrofe que no sabemos cómo terminará.
En los países que han controlado la pandemia, las decisiones se han tomado escuchando a un cuerpo de científicos epidemiológicos, no a un solo médico, íntimo amigo de un presidente completamente desprestigiado, que no inspira confianza ni posee la virtud del arte de gobernar. Es difícil no pensar que este virus ha sido utilizado con fines políticos, porque en ningún país del mundo se sacó a los militares a las calles para imponer un absurdo toque de queda, sin imponer antes una estricta cuarentena.
En conclusión, las estrategias del gobierno de Piñera han fracasado estrepitosamente, en gran medida por la ineptitud de su ministro de salud, que lo convierten en el primer responsable de los fallecidos por el virus. Lo que nos hace temer que las vidas de nuestros compatriotas están posiblemente en manos de un “médico a palos”.
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