El Presidente tiene una fijación con los números, probablemente es una deformación profesional, pero se sabe que no le importa tanto que las cifras sean exactas, pues siempre las arregla a su favor, aunque no sea realmente necesario.

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El Presidente tiene una fijación con los números, probablemente es una deformación profesional, pero se sabe que no le importa tanto que las cifras sean exactas, pues siempre las arregla a su favor, aunque no sea realmente necesario. Da la impresión de que muestra los números como si mostrara sus notas del colegio.
Participé activamente en la Iglesia Católica la mayor parte de mi vida, estoy bien familiarizado con la liturgia y con el relato que la Iglesia ha construido en torno a la muerte y la vida después de la muerte, y considero muy legítimo el deseo de cualquier familiar de despedir a alguien querido. Esto se hace más significativo al despedir al obispo más longevo del mundo, un hombre importante en la Iglesia chilena y alguien muy querido y admirado por su sobrino, el Presidente Piñera, con quien se sabe que tenía una relación muy cercana. Entiendo la vehemencia del deseo del Presidente de acompañar a su tío. Yo no sé si don Bernandino realmente tuvo participación en algún delito en su carrera de sacerdote, pero él era una de las personas más inteligentes que he conocido y lo recuerdo como alguien muy amable, muy gracioso y muy enamorado de la teología, siempre buscando cómo asir y compartir la realidad mistérica sin despojarla de su dinamismo. A mí, que lo conocí tan poco, me hubiera gustado mucho ir a su funeral. Si él hubiera sido mi tío más querido, no me hubiera importado exponerme a una multa con tal de poder estar ahí. Pero yo no soy el Presidente de la República.
Según la última encuesta Cadem, el Presidente mantiene una aprobación del 24% y una desaprobación del 65%. Sebastián Piñera no sólo es el Presidente de Chile, sino que es un presidente que cuenta con una baja aprobación y que es muy odiado por muchas personas. El Presidente de la República no puede comparar su comportamiento con el de otro ciudadano, pues debe dar el ejemplo a todos. Pero un presidente que es blanco del odio de tantos compatriotas no sólo tiene que dar el ejemplo, sino que tiene que cuidarse las espaldas. No sólo no puede permitirse dar un paso en falso, sino que debe anticiparse a los hechos, leyendo los signos y emitiendo señales de confianza, y para eso se supone que cuenta con un equipo técnico. Un presidente odiado, si no quiere parecer un tirano, no sólo debe evitar equivocarse, sino que debe luchar por ganar el amor de su pueblo. Esto es imprescindible para cumplir el anhelo confeso de Sebastián Piñera, que es ser recordado como un gran Presidente. En octubre de 2011 Piñera dijo: “Si yo pudiera escoger por qué ser recordado, me gustaría ser recordado por haber sido el Presidente que dio un gran salto adelante en mejorar la calidad de la educación, especialmente de la clase media, y el Presidente que dio un gran salto adelante en derrotar la pobreza en nuestro país.”
Yo no sé si en el funeral de Don Bernandino se rompió alguna regla o no. Pero el Presidente Piñera no puede limitarse a cumplir con la legislación vigente, no puede sustentar sus acciones solamente indicando lo que dice un papel. Si quiere llegar al final de su gobierno con cierta dignidad, el Presidente necesita acercarse a sus detractores, porque necesita fortalecer la gobernabilidad y ganar colaboradores, y para eso debe evitar dar malas señales e intentar aprovechar las oportunidades para generar buenas señales. Quizá no esté en sus manos ser un gran presidente, pero debe hacer todo para parecer un gran presidente, y para eso cuenta con un equipo de personas.
El funeral de don Bernandino podría haber sido un buen momento para construir una señal de confianza, o al menos de empatía. Para una persona que no puede salir a la calle a buscar el sustento para sus hijos, el ver una reunión de personas en la televisión, donde está el Presidente, ya puede ser suficiente motivo para una urticaria. Si el equipo del Presidente no entiende eso… Nuevamente, esto no se trata de si se incumplió alguna norma sino de la señal que construye un acto y un comportamiento. Una persona que está confinada probablemente no va a empatizar con la familia Piñera sino que va a sentir rabia: ¿por qué el presidente puede estar en una reunión social y yo no? El Presidente no puede pedir empatía, su obligación es empatizar con su pueblo. No puede buscar ser comprendido sino comprender.
Lo ocurrido en el funeral de Monseñor Piñera probablemente no constituye ninguna infracción, y en el marco de esta crisis seguramente pasará al olvido, pero es un evento que marca la tendencia del comportamiento de un Presidente que no sólo no ha sabido escuchar a su pueblo, sino que tampoco sabe dirigirse a él. Pero el Presidente Piñera no solamente no tiene talento para comunicarse, al parecer tampoco tiene ninguna intención de mejorar, porque si uno es servidor de alguien, hace todos los esfuerzos para lograr comunicarse con quien está sirviendo. Si no puede ser una buena persona, puede al menos intentar parecer ser una buena persona, que es lo que hace el resto de los políticos. Si el Presidente hubiera dicho que no iba a asistir al funeral para no generar tanta aglomeración, podría haber sido bien considerado. Si se hubiera organizado un funeral con menos personas, incluso podría haberse aprovechado de la imagen llorosa de alguien que no habría podido participar, y finalmente, también hubiera sido bien recibido si el Presidente hubiera pedido claras disculpas por lo que la población pudiera haber percibido como inapropiado en el evento, mostrándose empático con los compatriotas confinados y cada vez más desocializados.
Entonces, ¿por qué el Presidente no intenta comunicarse con los ciudadanos? Al no mostrar ningún interés por comunicarse con su pueblo, al no hacer ningún esfuerzo por conquistar a la ciudadanía, evitando invertir en ganarse nuestra confianza, desaprovechando cada oportunidad de cercanía, al apegarse a la norma y los números y desechar el diálogo, el Presidente está dando una señal muy clara: no está sirviendo ni pretende servir al pueblo chileno.
El Presidente tiene una fijación con los números, probablemente es una deformación profesional, pero se sabe que no le importa tanto que las cifras sean exactas, pues siempre las arregla a su favor, aunque no sea realmente necesario. Da la impresión de que muestra los números como si mostrara sus notas del colegio. Pero, si no le importa lo que los ciudadanos chilenos pensamos, si sabe que no le creemos, si no le interesa comunicarse con nosotros, si no está trabajando para los chilenos, ¿a quién le muestra sus calificaciones? ¿A quién está intentando conquistar? ¿Quién lo está evaluando? ¿A quién está sirviendo realmente?
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