
Foto: la Balsa de la Medusa. Géricault. 1819.
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Un Balance es el resultado de registros contables y cálculos codificados, que refleja el estado patrimonial de una empresa. Tú dirás que los Balances y otros Annual Reports son en realidad el producto de legendarias manipulaciones, acomodos, maquillajes y ocultamientos, y llevas razón: hay una industria, mayormente yanqui, dedicada a esa tarea. Todas las grandes certificadoras de Balances han pagado cientos de millones de dólares de multas por falseamiento de registros contables, escrituras falsas y manipulación de resultados. Todas.
Con las elecciones pasa lo mismo. En mi ensayo “De la desgana de votar” mostré que en la Edad Media la Iglesia ya había inventado todos los trucos conocidos para ganar elecciones ex ante. Así se logra que ganen siempre –o casi siempre– los mismos. Cuando no es el caso –sucede por algún despiste– queda el recurso del golpe de Estado, una invasión gringa, cuando no un asesinato político. La Historia de América Latina, incluyendo la más reciente, conoce innumerables capítulos de los unos y de las otras.
La segunda vuelta de la elección de gobernadores ofrece un ejemplo magistral. Si el resultado de una elección muestra el apoyo ciudadano a determinados partidos políticos, a sus proposiciones, ideas y trayectorias, resulta que lo que queda de la Concertación monopoliza casi el 89% de las preferencias expresadas en las urnas. Es una forma de interpretar la elección en su favor de 16 de 18 gobernadores en balotaje. ¿Corresponde ese dato a la realidad? No.
Para esquivar el torrente de manifestaciones populares iniciado el 18 de octubre de 2019, la costra política parasitaria utilizó todos los trucos conocidos, comenzando por darle largas al asunto. Así, organizaron un plebiscito para asegurarse de que habían oído lo que habían oído. Un 80% de quienes se dieron la pena de votar expresó una opinión clara como el agua de roca: a) hay que cambiar el mamarracho de Constitución en vigor, y b) la costra política parasitaria debe quedar fuera.
Haciendo caso omiso de tan abrumadora mayoría, la costra política parasitaria se dio maña para organizar otra votación: la elección de una convención constituyente, previamente esterilizada con reglas infamantes como la de los 2/3, para no hablar de un sistema electoral hecho a medida del gran capital y su fiel servidumbre.
La participación popular estaba ya en caída libre en el año 2013. El plebiscito y la elección de los convencionales mostró que el fenómeno se profundiza a ojos vista: la confianza en la palabra y la acción políticas está en mínimos históricos. A la costra política parasitaria apenas le quedó el recurso del contubernio.
Mientras tanto el pueblo comprobó –sorprendido– su fuerza cuando se moviliza en las calles. Tanta elección apresurada, tanta venia panorámica ante los retiros de los fondos de pensiones, tanta diligencia para convencer a la ciudadanía de una amabilidad hasta entonces inexistente no fueron el resultado de una elección, sino el de una sublevación.
Resuena en los oídos y en la memoria la consigna de Mayo del 68 en París: “La barricada cierra la vía, pero abre el camino.”
Cualquier hijo de vecino pudo entonces juzgar la eficacia de las diferentes formas de hacer política. Entre un voto insípido, infértil y aseptizado, y la calle… esta última gana por pateadura. En la cocina, desde luego, no caben tantas almas.
Transformada en la ‘madre de todas las batallas’, la elección del gobernador de la Región Metropolitana desnudó la triquiñuela. La alternativa era penosa: elegir entre una candidata ligada a Chile 21, antro financiado por la socialdemocracia internacional y SQM, y un recurrente operador de la costra política parasitaria, sonriente larbin del poder establecido.
Los actores del ‘Acuerdo por la paz y la democracia’, de la UDI al P$, cerraron filas detrás del segundo. Almas generosas recordaron su curriculum con el sano propósito de poner en evidencia sus virtudes: parece que estudió en The Grange School, en la Universidad Católica y en Harvard. Queda por saber qué aprendió. A su contrincante, vista su inopia de títulos, credenciales y diplomas, la arroparon con la cualidad de “politóloga”, como a Escalona…
Entre todos, de la UDI al PC, pasando por el vibrionante y zigzagueante FA, atrajeron a menos del 20% del electorado. Un apreciado amigo arguyó: “Hay que hilar fino en el análisis de la votación”. “No hace falta en lo que se refiere al más del 80% que no votó”, respondí.
Mis zigomáticos celebraban aun el patético ridículo de una clase política que vio levantarse al pueblo de Chile contra un aumento de 30 pesos en las tarifas del transporte metropolitano, y que luego ofrece transporte gratis para ir a votar por un almácigo de cenutrios.
Lo que nos deparará el futuro está por verse. Mi bola de cristal se quedó sin pilas hace lustros. Sin embargo, los indicios recogidos en la caricatural ‘segunda vuelta’ ofrecen algunas pistas.
Los sicarios del P$ seguirán lustrando las botas de la extrema derecha y del gran capital. De la mano de la DC, evidentemente.
Lo que queda de la Concertación podría transformarse en el Radeau de la Médusede Chile Vamos. Le Radeau de la Méduse, esa improbable balsa en la que intentaron salvar los desechos del naufragio colonial francés, inmortalizada más tarde en un célebre cuadro de Géricault.
Hasta donde es posible discernir las intenciones del FA y el PC, es inútil esperar algo parecido a las “Tesis de abril” de Lenin: hacerse aceptable ante los amos del coso parece ser la consigna. Comenzando por los ‘camaradas’ de Bloomberg. ¿Esperando una entrevista en el Financial Times?
Mi opinión personal, que comparto conmigo mismo y en la que deposito toda mi confianza, me dice que lo que venga de la costra política parasitaria –heredera del legado de la dictadura, principal beneficiaria y su eminente defensora– constituye una condena a cadena perpetua.
La salida no está en ‘le combinazioni politiche’ de las que la comedia política italiana fue la máxima expresión, y cuyo feliz desenlace fue la desaparición de la democracia cristiana y del partido comunista. El líder socialista Betino Craxi ya se había fugado al extranjero, para disfrutar de sus latrocinios en Sidi Bou Saïd.
Algo me dice que el escenario de la acción politica no está en el Parlamento. Ni en La Moneda. Ni en las madrigueras de tanto abrazafarolas refugiado en municipios y gobernaciones. Todo lo que de allí viene busca conservar los privilegios de una minoría, y los sufrimientos de la inmensa mayoría.
Amante de la calma y la paz como soy, enemigo de la violencia y de la arbitrariedad, sospecho que ese escenario estará, una vez más, en la calle: la ciudadanía, el pueblo de Chile, no tiene acceso a otra forma de acción política. La violencia, como siempre, vendrá del Estado.
Si hace solo cinco años hubiese imaginado una insurrección… me habrían calificado de insensato. Hoy, después de lo visto en octubre 2019… uno puede soñar con que la dignidad se haga costumbre.
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