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Los fundadores de la democracia representativa a fines del siglo XVII, durante la revolución francesa y norteamericana asociaban la democracia al caos, a la violencia y a la tiranía de los pobres. Pero, detrás de esos argumentos de orden conservador se quiso delegar la soberanía popular a representantes elegidos vía el voto electoral. En realidad, la revolución francesa reemplazó a una aristocracia hereditaria por una aristocracia elegida[1]. Para los especialistas de la deliberación y la democracia participativa-directa, las elecciones ya no son suficientes, no responden al verdadero ideal de la democracia, actualmente la ciudadanía exige ser parte de las decisiones importantes porque no confían en los profesionales de la política
Consecuentemente, todos los movimientos sociales desde el 2010 comenzando por la primavera árabe, los indignados en España, los de noche despiertos en París, los chalecos amarillos en toda Francia, las recientes revueltas en Latino América y especialmente en Chile son reveladores de un cambio que estamos viviendo— El fin de la democracia representativa— La sociedad occidental vive hace 200 años en un mito: en el régimen electoral como símbolo de la democracia. No obstante, las democracias contemporáneas tienen su origen en una forma de gobierno en la cual sus fundadores se opusieron a la verdadera democracia[2] que tiene su origen en el “Sorteo” de la democracia ateniense en la Grecia antigua. Posteriormente, el sorteo, un dispositivo de la democracia directa, fue utilizado en las Repúblicas italianas de Venecia y Génova.
En Atenas, el sorteo se utilizaba para designar a los miembros del poder ejecutivo, legislativo y judicial, mediante el “Kleroterion” para los atenienses una máquina que tenía como objetivo sortear a los ciudadanos. Las mujeres y extranjeros eran excluidos del ejercicio. Se realizaba todos los años y generalmente no era renovable, es decir, cada ateniense tenía la oportunidad a lo menos de una vez en su vida ser sorteado para ser funcionario en uno de los tres poderes del Estado. Las elecciones en Atenas de esa época eran consideradas como oligárquicas. Sin embargo, Platón y Aristóteles fueron hostiles al sorteo por considerarlo como un exceso que no aseguraba las competencias de los ciudadanos sorteados y Sócrates consideraba que era un barco sin piloto. Entonces, para remediar las falencias del sorteo, los cargos más importantes se asignaban mezclando el sorteo y las elecciones.
En nuestro país, la casta política chilena se ha dedicado a estigmatizar las Asambleas Constituyentes democráticas realizadas en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Colombia, argumentando que un dispositivo de este tipo se prestaba para caldos de populismo e ingobernabilidad. No obstante, jamás mencionan en sus argumentos que en democracias más avanzadas se han realizado recientemente Asambleas Constituyentes a sorteo para redactar la Constitución como en Islandia, Estonia, Irlanda o Canadá.
En Islandia, después de la crisis financiera y democrática del 2008 se experimentó un sorteo ciudadano el año 2010 para constituir una Asamblea Constituyente. Su constitución precedente fue adoptada en 1944, inspirada en el modelo danés y no se había cambiado desde entonces. Por consiguiente, el país instauró una Asamblea Constituyente integrada por la ciudadanía por intermedio de un sorteo y luego por elecciones. El primer paso fue conformar una asamblea compuesta por mil personas respetando cuotas para asegurar una buena representación geográfica, socio profesional y paritaria. Esta gran asamblea elegida a sorteo permitió sentar las bases del proceso para cambiar la Constitución. Por ejemplo, excluir a los actores políticos de la redacción de la carta magna, para dar exclusiva prioridad a ciudadanos/as que tuvieran un apoyo de 500 personas. Así, con las reglas del juego bien definidas por la ciudadanía sorteada se presentaron 523 y 25 fueron finalmente elegidas vía el voto para redactar la nueva Constitución.
En Estonia, el 2013, luego de una profunda crisis de la clase política de ese país, el presidente Toomas Hendrik Llevs, decide convocar a la ciudadanía para deliberar sobre las nuevas reglas de la actividad y el ejercicio de la política. Este caso se parece mucho al de Islandia, a diferencia que las bases del dispositivo fueron diseñadas por las organizaciones sociales en conjunto con los 4 partidos políticos que existen en ese país . Así, las organizaciones del mundo social y los partidos acordaron subir una plataforma web para recibir todas las propuestas de la ciudadanía y en paralelo formar una asamblea ciudadana a sorteo. Este mecanismo fue todo un éxito porque el sitio tuvo miles de visitas, 6 mil personas se inscribieron para contribuir con sus argumentos e ideas. Luego, los argumentos de los ciudadanos/as más comentados fueron invitados a proponer 18 iniciativas para mejorar la democracia y cambiar la política de Estonia. Para deliberar sobre estas 18 medidas se levantó una asamblea a sorteo de 314 personas respetando las cuotas de representación social y de paridad. Finalmente, esta asamblea decidió mediante una deliberación totalmente democrática retener 15 medidas de las 18 propuestas por las personas que contribuyeron con sus mejores argumentos en la plataforma web y luego fueron invitadas formalmente por el gobierno para el diseño de éstas.
En Irlanda, el 2012 se creó una comisión constitucional. Estuvo compuesto por 33 políticos, pero también y especialmente por 66 ciudadanos elegidos por sorteo y representantes en términos de edad o género del electorado irlandés. El propósito de esta comisión era discutir varios artículos de la constitución irlandesa que podrían estar sujetos a enmiendas, como la edad mínima para votar, la extensión del derecho al matrimonio para parejas del mismo sexo o el lugar de la mujer en la política.
Otro ejemplo es el de Columbia Británica, una provincia de Canadá que alberga la ciudad de Vancouver. En 2004, 160 ciudadanos fueron elegidos en base al sorteo para analizar el sistema electoral y posiblemente proponer otro si fuera necesario. El grupo debía representar la diversidad de la población. Los políticos querían evitar la trampa del conflicto de intereses de los partidos políticos y decidieron que no podían determinar las reglas de un nuevo sistema electoral.
En efecto, lo que se ha hecho en esos países dicta mucho sobre el descaro, la falta de ética, la avaricia y la sinvergüenzura de la casta/clase política oligárquica chilena. Del partido que sea, es limitada en propuestas que podrían legitimar una mejor República y perfeccionar nuestra endeble democracia. Por su actuar, no tienen la intención de soltar la política como fuente de riqueza para sus familias ni mucho menos las suculentas prebendas que les otorga el Estado para seguir viviendo de.
Como lo hemos demostrado, desde hace un tiempo han surgido en Europa propuestas para darle un nuevo respiro a la democracia, enfocada en otorgar protagonismo a la ciudadanía para decidir cosas tan cruciales para una nación como lo es una redacción constitucional.También, en muchas ciudades se pone en práctica una democracia directa, es decir, se invita a participar a la ciudadanía en las decisiones importantes a nivel comunal. Se organizan dispositivos participativos como los de la municipalidad de París en la cual son los parisinos y parisinas quienes deciden qué hacer con el presupuesto de la ciudad. A nivel constitucional, en Francia los especialistas estudian los ejemplos de innovación democrática como lo es el sorteo de la ciudadanía para decir las políticas públicas. Recientemente Macron, se atrevió a convocar una asamblea ciudadana por el cambio climático, comprometiéndose que las decisiones acordadas por los sorteados en esa asamblea no iban a tener un filtro posterior por parte de su gobierno, sin embargo, el presidente galo no cumplió con su palabra porque quiere modificar lo que en esa asamblea se decidió para combatir el desastre ecológico que estamos viviendo a nivel planetario.
Jean-Luc Mélenchon, diputado francés, un político estadista, con una formación filosófica, humanista, con una gran retórica, candidato a la presidencia de Francia en las 2 últimas elecciones y ha confirmado su candidatura para el 2022, propone en su programa de gobierno una Asamblea Constituyente a sorteo para hacer una nueva Constitución para proclamar las VI República. Y además, de un referéndum de iniciativa ciudadana para revocar mandatos de mandatarios, ministros y parlamentarios impopulares acusados de corrupción.
En consecuencia, por la profunda crisis institucional que se vive en Chile, por el enorme descrédito de los políticos, la descomunal desconfianza que siente una mayoría aplastante hacia todos los partidos y hacia el Estado, el actual proceso y el espectáculo electoral que estamos viendo serán parte del fracaso en abril próximo. Esta crisis se viene arrastrando por lo menos desde hace una década. Bachelet se farreó la posibilidad de haber llamado a plebiscito para decidir como cambiar la constitución de Pinochet, pero se equivocó, hizo oídos sordos a la demanda de los sectores sociales y prefirió escuchar las voces conservadoras de la ex-Concertación diseñando en su proceso constituyente un dispositivo desde arriba que fue un total fracaso.
Con el estallido social, con toda la efervescencia y el clamor mayoritario por una Asamblea Constituyente y no una convención constitucional ilegítima con todas las trampas acordadas entre los partidos políticos el 15 de noviembre de 2019, ningún actor político, politólogo o intelectual en Chile ha mencionado que la vanguardia en la democracia que se viene son los mecanismos participativos como el sorteo para componer esas asambleas 100% ciudadanas. Las reglas del juego se acuerdan en conjunto con las organizaciones del mundo social y no por una casta política como la chilena que es la responsable de la corrupción, del nepotismo, del abuso, del robo, de la desigualdad, de la explotación, del extractivismo de nuestros recursos naturales y de la injusticia indigna que viven la mayoría de nuestros/as compatriotas.
En fin, no faltarán los que dirán que no todas las personas tienen la capacidad para deliberar sobre asuntos constitucionales, cierto, porque en general la educación cívica en Chile no tiene el nivel de los países mencionados anteriormente, pero es ahí el rol de una elección después de un sorteo de ciudadano/as para que la ciudadanía elija los constituyentes mejor preparados y de manera auténticamente democrática y no oligárquica como lo es actualmente con la convención tramposa. Dicho todo lo anterior, es muy probable que el actual proceso constituyente se convierta en un fracaso, porque el dispositivo es una trampa, no posee la legitimidad ciudadana y así como van las cosas, las elecciones para conformar la convención serán un fiasco electoral en donde reinará la abstención y el referéndum de salida será un “NO” rotundo hasta que no se diseñe un dispositivo desde el mundo social y no desde los intereses de esta clase política responsable de la profunda ilegitimidad del Estado Chileno y de todas sus instituciones.
[1] Elisa Lewis, Romain Slitine, Coup d’Etat citoyen, p.14, 2016
[2] Bernard Manin, Principes du gouvernement représentatif, op.cit.
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