Publicado Febrero 01, 2021
Yo no obedezco al COVID
Cuerpo
Podríamos decir que la desobediencia también tiene que ver con la crisis de credibilidad de las instituciones. Pensemos en la aprobación de la labor del Presidente, no supera el 7% según Criteria e instituciones como Carabineros....

Una de las primeras detenciones por quebrantar la cuarentena por COVID positivo fue una mujer de 49 años que llegó desde Peñalolén en transporte público, hasta la comuna de Santiago, específicamente a la Plaza de Armas. La mujer estaba junto a dos acompañantes, quienes también debían permanecer en cuarentena preventiva. Esta noticia es del 15 de abril del 2020. Luego de una seguidilla de eventos similares, en enero del 2021 nos encontramos con una fiesta clandestina de Cachagua donde casi 300 jóvenes de sectores acomodados, no respetaron las normas de higiene obteniendo como resultado al menos 57 personas contagiadas.

Queda muy poco para cumplir un año desde que se inició la pandemia y seguimos viendo como no se respetan las normas sanitarias. No le hacemos caso a las medidas del Gobierno, tampoco al médico o “el doctor”, que en nuestro imaginario es una figura de saber. Estamos enterados del daño que puede producir el COVID, hemos visto las altas cifras de contagiados y fallecidos, la falta de respiradores artificiales, las bolsas negras donde terminan los cuerpos vacíos sin vida, el cansancio de los profesionales de la salud, el dolor de no poder hacer los ritos de siempre para despedir a nuestros seres queridos. Entonces ¿Por qué desobedecemos? ¿Por qué se crea esa ilusión de que podemos ir a una fiesta y no nos vamos a contagiar o ¿será que se decide correr el riesgo del contagio porque vale la pena?

Según Erich Fromm el mundo se creó por un acto de desobediencia, Adán y Eva, comieron el fruto prohibido para ser libres. ¿Será que nos tentamos como Eva? La libertad es algo ansiado por estos días. Pero para que haya desobediencia debe haber obediencia, es una relación dialéctica. La obediencia interroga nuestra condición humana, nuestra relación con la culpabilidad y la capacidad de ser responsable de nuestros actos. Es el acto de cumplir la voluntad de otro. ¿Cuál otro? Lacan diría el Gran Otro, aquel que miro y me da un valor estructurante y simbólico. Le obedezco para tener su reconocimiento, nos sometemos. ¿La obediencia es buena o mala?

Pensemos en el caso de Eichmann, Arent viene a decir sobre el acusado de crímenes de lesa humanidad, que el hombre habría sido obediente a un sistema de reglas y creencias sin reflexionar sus actos, perdiendo la capacidad de pensar y como consecuencia dejó de discernir y cometió actos de barbarie. A tal fenómeno le llamó la banalidad del mal. ¿En cuáles casos es buena? Cuando desde la lógica de la pulsión, nos permite desplazar y sublimar nuestros deseos de autodestrucción para poder compartir con un otro y vivir de esta forma en sociedad ¿hay algo de esto que se pone en juego hoy?

A su vez, podríamos decir que la desobediencia también tiene que ver con la crisis de credibilidad de las instituciones. Pensemos en la aprobación de la labor del Presidente, no supera el 7% según Criteria e instituciones como Carabineros, que desde el 2019 su aprobación bajó más de un 36% según la encuesta CADEM. Culpamos al Gobierno y el virus es él, por no poder proponer y dar solución a lo que estamos viviendo. La autoridad está desacreditada y ¿eso sería suficiente razón para desobedecer?

Existe otro tipo de desobediencia u otra forma de pensarla, la civil, que plantea Thoreau, que en palabras de Pilovsky, “es una forma de participación política, a través de la violación de la ley, denuncia una injusticia con el fin de remediarlas por vías pacíficas, siempre en el marco general del respeto al derecho. Entonces, cuando las obligaciones de un individuo se apartan de su idea de deber, ha llegado la hora de la desobediencia”. En este caso, ciudadanos comunes enfermos o sanos, que no respetan normas de higiene y/o el distanciamiento social, la palabra justicia no hace eco en su conducta, no hay una denuncia, sino más bien una violación a la ley, no hay respeto por el derecho ni responsabilidad sobre su rol de ciudadano. Al mismo tiempo, sí encontramos desobediencia civil, en el estallido social y en las manifestaciones se vieron durante el 2020 por las problemáticas de seguridad social que salieron a relucir por la cuarentena, no todos podían cumplirla, las realidades eran muy diferentes y desiguales.

Podemos decir que la ética de la obediencia y la desobediencia depende de la situación. Ambas nos pueden llevar a cometer errores y actos de barbarie, también pueden salvarnos, al cuestionar y denunciar. En este caso ¿de qué desobediencia hablamos cuando ponemos en riesgo nuestra vida y la del otro? Podríamos pensar que el desobedecer demuestra que se ha perdido la fuerza para pensar, que en estos momentos podría salvar muchas vidas. No hay espacio para el otro sino sólo para el Yo. El confinamiento nos vino a poner de frente que no podemos hacer nuestra voluntad, que hay una norma y que no somos dueños de nuestra existencia, que hay una otredad que hoy pretendemos pasar por alto. Nos hemos convertido en agentes portadores de un virus letal, repartiéndose por todo el mundo. De cuerpos que parece no estar habitados al no ser encarnados con nuestras propias palabras al rehusarnos a razonar. Por eso me pregunto ¿de qué lado estamos? ¿obedecemos? ¿desobedecemos? ¿Cuándo la una o la otra?